LAS ESCUELAS Y LA ENSEÑANZA EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN.
José Manuel Pérez Tornero.
El final del siglo XX situó las escuelas, y la enseñanza en general, ante un nuevo escenario tecnológico: en medio de una gran explosión de la comunicación audiovisual. Pero también delante de un nuevo escenario social: globalización financiera, desarrollo del comercio internacional, presión de corte neoliberal sobre el Estado de bienestar, la deslocación de la producción y el imaginario consumista de una sociedad en que la tecnología se ha convertido en el fetiche máximo.
Los centros de enseñanza han soportado la presión del cambio con crisis y contradicciones: reformas, malestar docente, insuficiencia de recursos, desmotivación de los estudiantes, desorientación, incertidumbre… en términos generales la renovación tecnológica en la educación es pobre y lenta en los países desarrollados y escasísima en los no desarrollados.
De hecho, las escuelas tal vez no utilicen todavía cotidianamente ni la televisión, ni el video, ni los ordenadores ni internet, ni otros muchos sistemas técnicos (su historia está plena de avances tecnológicos que con enormes dificultades se incorporan a su evolución, y, cuando lo hacen, su influencia es apenas superficial). Si la escuela tiende a ser refractaria a la incorporación de nuevas tecnologías y suele cerrarle sus puertas, éstas acaban entrando por la ventana: quienes asisten a ella viven en un entorno cada vez más determinado por estas nuevas tecnologías.
Algo sustancial está cambiando. La enseñanza parece haber perdido parte de la autonomía y capacidad de acción que tuvo en otros tiempos. Su valoración social ya no es la misma.
Los orígenes de la institución escolar.
La escuela y los centros de enseñanza fueron durante siglos instituciones que gozaban de la hegemonía de la instrucción y del saber en la comunidad. Muchos de ellos derivaban de instituciones sagradas y poseían los textos sagrados que administraban y organizaban con vistas a su función educativa y adoctrinadora. En todos ellos residía el conocimiento que el cuerpo de profesores administraba a los estudiantes que aceptaban sus reglas. Al margen de estos textos, y fuera de las escuelas, la producción y circulación del saber eran muy escasas.
Este monopolio de la instrucción se articulaba en una práctica expresivo-comunicativa: las técnicas de lectoescritura y de interpretación textual.
De este modo, el letrado o alfabetizado forma parte ya de un cuerpo superior al que se le confía la gestión del conocimiento de una sociedad. La escuela, por tanto, se especializa en esa compleja tarea que consiste en enseñar a leer y escribir. Y ninguna otra institución resulta más eficaz a este propósito.
Se da así, de hecho, una relación intrínseca y significativa entre la enseñanza, la escuela y el sistema de escritura y lectura.
Mas adelante, Platón y Aristóteles sentaron las bases de las escuelas de los dos milenios siguientes. Como disponían ya de una escritura alfabética basada en la fonética, pudieron fundar un sistema de educación centrado en una metodología racionalista y en una lógica deductiva que ha inspirado la educación occidental durante mucho tiempo.
A lo largo de muchos años el modelo se mantuvo manteniendo la hegemonía de la escritura y la lectura, y trasladando las posibilidades, estilos y condicionantes propios de los documentos escritos y de los libros a la forma de producir, reproducir y distribuir el saber.
Así, mientras hubo escasez de documentos y de depósitos de conocimiento, los espacios escolares y educativos fueron lugares privilegiados, casi sagrados, porque guardaban y administraban los pocos textos que existían, y, en su seno, congregaban a maestros, sabios y expertos que se debían mantener cerca de las fuentes de conocimiento. Al mismo tiempo, siguieron cultivando la práctica de la escritura y la lectura como el eje de sus actividades. Y consecuencia de ello, las escuelas y los centros de enseñanza se fueron consolidando como ámbitos orientados a la racionalidad y organización sistemática del conocimiento, según pautas que tenían que ver con los escritos y los libros.
A medida que la tecnología permitió aumentar la capacidad de multiplicar textos, con la invención de la imprenta, el papel de la escuela se iba ensanchando y adquiriendo paulatinamente una función universalizadora.
La llegada de la Revolución Industrial y el afianzamiento de los sistemas sociales modernos, mantuvieron una escuela tradicional en lo que curricula y sistema de lectoescritura se refiere, pero dieron un gran paso en la superación del elitismo, en la universalización de la educación y en su democratización. De aquí, la tendencia creciente a la extensión de la educación y la ampliación del papel de la escuela.
Progresivamente, en un movimiento continuo que va desde la invención de la imprenta, la aparición del telégrafo, la radio, el cine, la televisión, y la telemática hasta internet, las circunstancias que llevaron a fundar la escuela sufrieron una extraordinaria mutación. Es el momento en que la tradición escolar empieza a vivir el asedio de un nuevo mundo y a perder la autonomía relativa que había mantenido durante mucho tiempo.
Las grandes transformaciones.
Con la aparición de la sociedad de la información, las fuentes de saber se multiplican, se expanden y se difunden. Los libros pueden multiplicarse. Los medios audiovisuales difunden la información a la velocidad de la luz y la hacen crecer exponencialmente. Los ordenadores y las bases de datos acumulan más información y poseen una calidad de acceso nunca antes conocida. Internet está haciendo accesibles a todos saberes y documentos en cualquier lugar del globo. El discurso consumista potencia la idea de una nueva revalorización del conocimiento, expandido y global que invade todos los tiempos y espacios.
Se ha producido una explosión de información y conocimiento que ha desbordado a los centros educativos. Escuelas y universidades ya no son los únicos centros de la racionalidad y del progreso científico o social, ni los únicos que controlan la distribución del saber social. Su capital-conocimiento tiene que competir con el que producen y mantienen los media, que se han convertido en el nuevo soporte del conocimiento público.
La escuela está encontrando competidores en los medios de comunicación, que se están convirtiendo en el ámbito privilegiado de la transmisión del saber actual.
Los media, su crecimiento continuo y su perenne ocupación del espacio-tiempo social, han venido a configurar un nuevo clima cognoscitivo y de aprendizaje y, un nuevo territorio que la escuela no puede ya acotar. Las generaciones jóvenes se han educado e instruido en ese presente extendido de los medios de comunicación. Han aprendido sus valores, y se han forjado niveles de aspiración y modelos de identificación que tienen que ver con los que les ofrece el mundo del cine, la televisión y el periodismo. La probabilidad de que estos valores y pautas de comportamiento coincidan con los de la escuela empieza a ser remota.
La capacidad de la escuela de mantener a los niños en un ámbito controlado de educación y aprendizaje resistente al mundo exterior ha declinado. Son, en cambio, los media los que progresivamente se encargan de proporcionar la argamasa que requiere el tejido social contemporáneo.
En paralelo, las familias también han perdido esa posibilidad de controlar los ambientes de aprendizaje. La televisión y otros medios, no sólo representan punto de fuga, sino que también sirven para poner de relieve que el discurso de los padres y tutores tiene graves fallas y lagunas. La televisión no sólo desordena los linderos que enmascaran las mentiras sobre las cuales los adultos inventaban un mundo-para-los-niños, sino que desordena las secuencias y jerarquías de aprendizaje.
El asedio de la enseñanza tradicional.
Acoso, asedio y envolvimiento, definen la nueva situación de la escuela. Sus muros se están cayendo.
Los pilares que sostenían la autonomía escolar y sobre la cual se fundaba su influencia social parecen derrumbarse. La sociedad se está quedando sin espacios cerrados, controlados y reservados en los que el saber fluía verticalmente del maestro a los alumnos. Las nuevas redes mediáticas están penetrando en los centros educativos creando nuevos ambientes de percepción y construcción del conocimiento.
Está surgiendo un nuevo escenario dominado por los media y las comunicaciones, encargado de generar la mayoría de los aprendizajes socialmente relevantes.
Un esquema de la situación.
1. La escuela ya no es la depositaria privilegiada del saber socialmente relevante: la sociedad cuenta hoy con dispositivos de almacenamiento, clasificación, difusión y circulación mucho más versátiles, disponibles e individualizados que la escuela. Así, ésta ya es una fuente más entre las demás. Lo que resulta afectado es la valoración social que recibe una institución cuya función manifiesta principal es la de transmitir conocimientos.
2. Las escuelas tampoco son los ámbitos privilegiados de transmisión de la educación: si la educación tiene que ver con las actitudes, normas y valores, los medios de comunicación, las ciudades, las modas y el grupo de iguales se convierten en los más poderosos sistemas educativos del momento.
3. La escuela es la institución más eficaz para la enseñanza de la lectoescritura, pero está quedándose atrás en la promoción de la nueva alfabetización de la sociedad de la información: del lenguaje audiovisual y de la informática. Los niños empiezan a similar las claves del lenguaje audiovisual y de la informática de modo práctico e intuitivo, aprovechando su capacidad de exploración y ensayo.
4. Los profesores ya no son considerados los maestros que atesoraban todas las habilidades y sabidurías: en razón del diverso sistema de distribución del saber que se va configurando en nuestros tiempos. Los estudiantes disponen de muchas fuentes con las que contrastar y poner en crisis el saber de sus profesores.
5. Las escuelas ya no disponen de los únicos instrumentos para la producción y sistematización del saber: sus bibliotecas se han quedado cortas. Su tecnología es obsoleta si se la compara con aquella a la que acceden algunos de sus alumnos. Pero, sobre todo, la escuela no facilita el ambiente de libertad que requiere la exploración del saber disperso en nuestros días.
6. La escuela ya no es la fuente de racionalidad que funda o explica el orden social: desde la escuela, a veces ya no es posible intentar explicar con coherencia el orden social, ha perdido la noción sobre el mismo sentido de los cambios.
7. La escuela se ha tornado un elemento poco práctico: situada entre el mantenimiento de un círculo tradicional y la aceptación de uno nuevo adecuado a las exigencias de la nueva sociedad, encuentra problemas para convertir sus enseñanzas en algo utilizable prácticamente por los estudiantes fuera de las aulas.
8. La escuela está perdiendo el poder que le había conferido el sistema social tradicional.
Nos encontramos con una escuela descentrada de sus funciones tradicionales que difícilmente encuentra su lugar en el mundo moderno del saber. Hay un desfase entre lo que demanda el entorno social y lo que los centros educativos están en condiciones de ofrecer.
Las claves de una crisis.
Tanto cambio en poco tiempo, ha conducido a una crisis que la escuela y la enseñanza están viviendo en este principio de siglo.
Hay crisis en los curricula escolares. La producción de saber es tan intensa y circula tan rápidamente que no se sabe cuál es el modo más práctico y seguro de fijar los ítems que compondrán la práctica docente. Hay crisis en el rol del profesorado, los profesores ven como van perdiendo la función con la que se formaron y empiezan a verse sometidos a nuevas exigencias y requerimientos que, muchas veces, no comprenden o no desean asumir.
Hay crisis en el lenguaje que funda la escuela: “se niega a aceptar el descentramiento cultural que atraviesa el libro”. Su escriturocentrismo tradicional resiste la preponderancia de los nuevos lenguajes audiovisuales e informáticos.
Crisis de recursos técnicos. Las escuelas se han quedado desfasadas en su tecnología. Mientras la dotación técnica de los hogares ha ido creciendo, la de las escuelas se ha congelado o ha ido decreciendo.
Crisis de gestión. Se están quedando obsoletos los modelos de organización y gobierno basados en el control estricto del aprendizaje y en su dirección lineal, en la comunicación jerárquica, en la evaluación ajustada a criterios de repetición, y, en la burocratización, ocupada más de la reproducción de lo existente que en la adaptación a los cambios, en la innovación o creación.
Las actitudes ante los cambios.
Se dan valoraciones contradictorias. Por un lado, podemos pensar (reformismo optimista) que la pérdida de privilegios del sistema educativo, la aparición de nuevas fuentes accesibles de conocimiento y la presencia de nuevas fuentes éticas, constituyen elementos que trabajan por una democratización de la sociedad y a favor del acceso a un mayor grado de libertad de expresión y acción.
Pero algunos reconocen (reformismo pesimista) el progreso que representa la modernización de las escuelas y su democratización, pero, consideran que estos procesos operan como espejismos y coartadas de un sistema que camina progresivamente hacia la concentración del poder y no hacia un avance democrático.
Por otro lado, todos estos cambios se pueden vivir (tradicionalismo pesimista) como una pérdida irreparable y como un salto al vacío. El progreso tecnológico parece verse como una vuelta de tuerca más hacia la dependencia de unos pocos poderes universales que gobiernan en la tecnología y la tienden a imponer de un modo poco democrático.
Otro (antirreformistas apocalípticos) consideran que todos estos cambios operan en el sentido de una invasión programada del sistema capitalista por ocupar y regir el espacio de la educación.
Apuesta por la renovación.
En general, casi todos los países avanzados (y algunos en vías de desarrollo) intentan reformar sus sistemas educativos en nuevas direcciones más acordes con nuestros tiempos. Hoy en día, los retos para la educación se presentan casi universalmente.
1. La apertura sistemática de las escuelas a nuevas fuentes de saber. Las escuelas se deben abrir a nuevas fuentes de conocimiento, porque la educación debe ser crítica.
2. La conversión de las escuelas en espacios de exploración, descubrimiento e invención. No se trata ya de asumir las escuelas como puros centros de transmisión vertical del saber, sino de convertirlas en productoras activas de conocimiento y en escenarios de descubrimiento. Así se podrá responder al entorno cambiante y al crecimiento de la cantidad de información que circula socialmente.
3. La participación de la comunidad entera en la educación. La educación es un compromiso social general. Se ha convertido en una dimensión de la convivencia y de la socialidad y todos están obligados a participar. Se habla con insistencia y razón de ciudades educadoras, de comunidades educativas, de climas y ambientes propicios para la educación.
4. La aceptación de la necesidad de potenciar el tipo de alfabetización propio de la sociedad de la información. Es necesario introducir el uso de los lenguajes audiovisuales, de la informática, de los ordenadores y de los nuevos medios.
5. La creación de nuevas comunidades educativas a partir de las escuelas actuales. La escuela debe contribuir a la consolidación de nuevas comunidades educativas que potencien nuevos valores de convivencia y nuevos ámbitos de producción y discusión del saber.
6. La superación del modelo fabril. Sin superación será difícil adaptarse a las nuevas exigencias.
7. La renovación tecnológica de la escuela. Una escuela atrasada es garantía del establecimiento de sociedades sin autonomía. Cuidar la dotación tecnológica de las escuelas tiene que ser prioridad.
8. La redefinición del rol del profesorado. Entrenadores y tutores deben encarar un nuevo papel en los procesos de aprendizaje de los alumnos, incitadores y promotores de los nuevos grupos y comunidades educativas que se generen, creadores de nuevos entornos educativos y de instrumentos pedagógicos, mediadores de conflictos y educadores.
9. La redefinición del rol del Estado en la educación. Deberá ceder autonomía curricular, de gestión y organización a las escuelas y a su entorno. Al mismo tiempo, dedicar sus mejores esfuerzos a la mejora constante de la inversión en educación y de lucha contra la segregación.
10. La aceptación del principio de la educación a lo largo de la vida. El período educativo no acaba nunca, la inserción profesional y hasta el estatuto de ciudadanía necesitan un esfuerzo de aprendizaje continuo.
11. La implicación de las escuelas en el mundo práctico. Un centro educativo debe procurar ser directamente útil a la comunidad a la que sirve, a los estudiantes, a los padres, etc. Esto obligará a que los problemas del entorno sean los de la escuela y ésta decida participar en su resolución.
El horizonte de la educación global.
La enseñanza y la educación se tienen que transformar en una doble dimensión: intelectual y práctica. En la primera, le corresponde una renovación de los principios que la inspiran, de su filosofía y de los lenguajes con los que trabaja. En la segunda, se debe implicar en una transformación profunda de infraestructuras, instrumentos, reglas y normas.
Las escuelas, tienen que establecer sistemas de comunicación con su entorno y procesar la información del contexto de un modo útil a sus fines, y al mismo tiempo, proyectar sus mensajes hacia fuera. Esto significará un ensanchamiento del espacio educativo.
Es posible que en los sistemas educativos de mayor éxito, se avance hacia la integración de las tareas de enseñanza y educación dispersas por el conjunto de la sociedad. Una nueva filosofía educativa, un nuevo estilo, una nueva inteligencia del sistema se puede derivar del aprovechamiento de los nuevos instrumentos mediáticos e informáticos.
No basta que esta eventualidad sea técnicamente posible, tiene que ser además, social y políticamente factible.
La capacidad transformadora de la educación es hoy mayor que nunca. Estamos ante retos específicos de la sociedad de la información que se conectan con los desafíos de la humanidad. En la primera parte del siglo XXI, el tema de la educación será la gran cuestión, la que nos puede conducir a un mundo apacible en el que el progreso científico y tecnológico rinda sus frutos a la humanidad o a una nueva selva en la que a la maraña de dificultades de siempre añadamos las propias de un ecosistema artificial más complejo y temible. La cuestión se halla abierta.
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